jueves, 7 de abril de 2011

Un lugar en el mundo

A pesar de no contar con los recursos y efectos especiales de Hollywood, el cine latinoamericano ha producido trabajos exitosos reconocidos en el ámbito internacional. Ejemplo de ello es Un lugar en el mundo, película argentina dirigida por Adolfo Aristarain, estrenada en abril de 1992 y nominada al Óscar en la categoría mejor película de habla no inglesa. Además, ese mismo año, triunfó en los premios Goya como mejor película extranjera de habla hispana, obtuvo dos galardones en el Festival de San Sebastián y tres reconocimientos por la Asociación de Críticos de Argentina.

Con una duración de 120 minutos y ambientado en los años ochentas, el filme cuenta con la participación de actores como Federico Luppi (Mario), José Sacristán (Hans), Cecilia Roth (Ana), Leonor Benedetto (Nelda) y Gaston Batyi (Ernesto). El tema principal de este drama constituye una crítica hacia la instalación de empresas extranjeras en Latinoamérica que, en lugar de generar oportunidades, sumergen más a nuestros pueblos en el subdesarrollo. Este problema también ha sido retomado por obras literarias como Huasipungo, novela del ecuatoriano Jorge Icaza.

La historia comienza cuando Ernesto regresa a San Luis, un humilde pueblo de Argentina donde vivió durante su adolescencia. Entonces recuerda aquellos años cuando él y su familia trabajaban en conjunto para mejorar las condiciones de vida de las personas del lugar. Mientras él enseñaba a leer y a escribir a los niños, Mario, su padre, organizaba una cooperativa con los ganaderos y Ana, su madre, se encargaba de la salud de la comunidad. Junto a ellos también estaba Nelda, quien se ocupaba de las actividades religiosas y Hans, un geólogo Alemán que llegó a la zona con la excusa de buscar petróleo.

Sin embargo, las buenas intenciones de estos personajes se ven impedidas por la ambición de Andrada, el alcalde, quien ha establecido tratos con una compañía para construir una presa hidroeléctrica. Entonces, muchos de los miembros de la cooperativa, envueltos en miseria, deciden vender sus tierras.

Otra de las temáticas en esta película es el machismo, que se refleja en Zamora, un enemigo de Mario. Él creía que su hija debía dedicarse solo a las actividades domésticas. Pero Ernesto, como estaba enamorado de la chica, se reúne con ella a escondidas para enseñarle a leer. Cuando Zamora descubre el engaño se enfurece.

Lo que más nos gustó de esta obra no fueron los efectos especiales, ni un reparto de actores famosos, sino su contenido crítico-social. Nos hizo reflexionar sobre cómo esta situación de injusticia sigue vigente también en nuestro país, y de cómo los salvadoreños, que contamos con muchos recursos naturales y capital humano, nos hemos subordinado a los extranjeros, en lugar de unirnos y trabajar en sociedad para salir adelante (como proponía Mario con la creación de su cooperativa).

La moraleja de esta historia es que cada persona debe encontrar su propio lugar en el mundo, donde pueda ser feliz y a la vez ayudar a los demás a realizarse como seres humanos.

Ismael Abdala

Eva Barrera

Ximena Cruz

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