jueves, 7 de abril de 2011

La lengua de las mariposas


El drama musical de José Luis Cuerda relata la historia de Moncho (Manuel Lozano), un niño de Galicia y la relación que tiene con su maestro, don Gregorio (Fernando Fernán Gómez). Fue grabada en España de 1999, menos de medio siglo después de la guerra civil española, período en el que está ambientado el filme. Se refleja, entonces, una gran emoción en base a las atrocidades cometidas por los fascistas.
Cuerda, para escribir su obra, se basó en los cuentos cortos de Manuel Rivas, en específico aquel con el que comparte título. Con esto, se logró dar un aire mucho más auténtico y nostálgico al ambiente, ya que es presentado desde el punto de vista de un niño. Quien no tiene formada su afiliación política y no sabe qué está pasando en su país. Esto, sin embargo, no significa que se da una connotación inocente o ingenua al protagonista, sino que mantiene una postura mucho más realista, con una constante confusión y curiosidad.
La vida en la aldea de Moncho era muy sencilla, pero a la vez feliz. Sus padres quieren que comience sus estudios, a pesar que él está genuinamente asustado de que lo golpeen sus maestros (como era la costumbre en esta época), pero al llegar al colegio, don Gregorio le asegura que nunca lastimaría a nadie; así comienza una profunda amistad entre el niño y su profesor.
Todo iba bien hasta la llegada de las fuerzas fascistas. Este evento cambió la vida del protagonista y de todos los republicanos para siempre.
Cuerda construye toda su película en base al trágico giro que da al final, así que sería injusto decir lo que sucede. Me limitaré en comentar que me ha impactado mucho cómo pudo el director transmitir tal emoción y genuino temor en todos los personajes.
La lengua de las mariposas, mientras que fue nominada a 13 premios Goya, entre ellos mejor película, sólo ganó el “mejor guión adaptado”, y considero que es una recepción apropiada para esta excelente producción. Estaba, durante casi toda su duración, listo para clasificarla como simplemente buena, más no especial, pero con su final, logré verla como una obra elegante, asombrosa y a la vez tan simple que cualquiera puede simpatizar con su historia.

Fernando Rivera

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